lunes, 30 de abril de 2007

De vacaciones a puente y tiro porque me lleva la corriente...

Otra vez una eternidad sin escribir, y no precisamente por falta de cosas que hayan pasado (aunque casi todas de poca importancia): 15 días de vacaciones, alguna peripecia en el laboratorio, una montañita, y ahora, puente y viaje a Madrid con quedada del trivial y presencia de ex-novia incluída...

Demasiado poco que destacar, salvo que las cosas vuelven a su cauce, y yo a mi rutina diaria.

miércoles, 4 de abril de 2007

Una de cal y otra de arena

Vacaciones. Mucho tiempo libre y pocas cosas que hacer. Como las cosas están así y el tiempo no acaba de acompañar, Eduardo y yo habíamos quedado ayer por la mañana en el Messenger para, después de ver cómo amanecía el día, decidir si íbamos a trepar alguna montaña.

Como hacía bueno y ya era un poco tarde para salir, decidimos hacer una subidita ligera, y escogimos como destino el Cabezo del Puerto. Una sola cumbre a la que se sube todo el camino por una pista bastante fácil, unos 3 km de camino y hora y media entre subida y bajada.

El problema era que no conocíamos la pista que subía, y terminamos subiendo campo a través, por un lugar bastante más difícil que la pista, y empeñamos algo más de una hora, y un buen esfuerzo, tan solo en la subida.

Eso sí: la vista desde arriba era estupenda: a un lado, todo el valle en el que se encuentra Murcia, incluyendo Alcantarilla, Torres de Cotillas y Molina, y aún más allá. Y por el otro lado, todo el campo de Cartagena, hasta La Manga y el Mar Menor. Lo malo es había algo de bruma en el ambiente, y las fotos no han salido todo lo bien que podían salir, pero aún así la vista es impresionante.

Y después de un rato y el almuerzo, volvimos a bajar, esta vez por el camino correcto, de forma que apenas tardamos 20 minutos en bajar, muy cómodamente además.

El problema vino abajo: al hacernos la última foto en la cumbre, me quité las gafas de sol y no me acordé de volver a cogerlas. Lo suyo hubiese sido volver a subir a por ellas, pero dado que Eduardo tenía que estar pronto en casa para salir de viaje, y que desde abajo podíamos ver que había otra gente en la cumbre, opté por dar las gafas por perdidas y marcharnos. Eso sí, con la idea de volver en otro momento a buscarlas, por si acaso.

El "otro momento" fue apenas 2 horas más tarde, justo después de comer, y acompañado de mi madre, que insistió en venir, no sé si más por no dejarme ir solo o por la curiosidad de ver por qué clase de sitios solemos ir. Mis advertencias de que iba a subir deprisa y no me pararía a ver el paisaje no sirvieron de nada: insistió y al final, vino conmigo.

El resultado fue el esperado: cada 5 minutos tenía que pararme otros 5 a esperarla, pero aún así aguantó la subida mejor de lo que esperaba (lo cierto es que pensaba que a media subida se pararía y la recogería a la bajada), y llegamos arriba en 45 minutos.

Una vez arriba hice el recorrido contrario al que hice por la mañana, y al llegar al punto donde habíamos hecho la última foto, cuando ya me había resignado a tener que comprar otras, allí estaban mis gafas. Intactas. En la misma posición en la que recordaba haberlas dejado. A pesar de que habían subido al menos otros dos grupos de montañeros, parece que nadie las había visto. Desde luego tuve mucha suerte.

Luego vino la bajada y la vuelta a casa, que no tuvo demasiado que destacar, salvo el hecho de que a pesar de haber subido y bajado dos veces el Cabezo, me quedaban ganas de más, así que me fui a la piscina a hacer mi sesión de natación.

Y hoy, todavía con el cansancio acumulado de la excursión del fin de semana por la Sierra de La Pila, y la "paliza" de ayer, he salido temprano con Eduardo con la intención de hacer los 3 picos que vimos desde El Tejo la semana pasada, pero a la media hora de haber empezado a andar, nos cogió una nube y empezó a llover ligeramente. Seguimos andando unos minutos para ver cómo evolucionaba la cosa, y al principio arreció ligeramente, aunque enseguida paró de llover.

Sin embargo, Eduardo no iba cómodo, debido al roce de sus botas nuevas, y como el cielo andaba bastante feo y Eduardo no llevaba impermeable, decidimos dejarlo para otro día, así que abortamos la excursión y volvimos a casa a la hora de haber empezado a andar. Al principio parecía que podríamos haber seguido, pero por los nubarrones que se avecinaban intuíamos que después de haber hecho la primera cumbre de las tres que planeábamos nos hubiéramos mojado bastante.

Eso sí: las energías ganadas con el desayuno que tomé, en previsión de las más de cuatro horas de excursión que se preveían, había que gastarlas, así que en lugar de paseo por la montaña, terminé de nuevo en la piscina, haciendo una nueva sesión de largos para amortizar mi bono, que caduca dentro de poco, y hay que aprovecharlo al máximo.