jueves, 8 de noviembre de 2007

Si supiera pintar, pintaría. Pero no sé pintar. Tengo una imagen en mi cabeza, y esto es lo único que sé hacer. Y sólo cuando estoy triste.

Una calle desierta en la noche. Edificios antíguos, altos, oscuros. Ventanas mudas, puertas cerradas.

Es una noche fría. Más que fría, vacía. Ni siquiera hay soledad, porque no hay ni quien esté solo.

No hay luces. Ni estrellas, ni tampoco nubes. Ni el menor sonido, ni tan siquiera viento.

Sólo una calle desprovista de todo encanto y poesía, vacía, fría, bañada en luz blanca de una luna vulgar, común. Cualquiera.

Únicamente una sombra alargada e informe se balancea de lado a lado, como un péndulo.

Al final de la sombra, en el extremo de la calle, un bulto encorvado, envuelto en una capa que no calienta, renquea hacia el final de la calle, con pasos cortos que parecen no avanzar nunca

Esta noche, ese bulto, soy yo.

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