martes, 27 de febrero de 2007

Madrid Rush

Ayer me tocaba ir a Madrid a recoger a mi padre que volvía de viaje. En realidad no era necesario, pues a pesar de llegar a unas horas un tanto intempestivas podía haberse buscado una conexión hasta casa, o alojamiento para pasar la noche y luego la conexión. Sin embargo, me apetecía hacer unos cuantos kilómetros, y de paso, tomarme un día libre del trabajo, aunque fuese "partido". Así que acepté.

Me planteaba el día de ayer como bastante tranquilo: por la mañana, trabajar un poco, lo justo como para cumplir y no dejar nada pendiente, luego, un rato de gimnasio, comer y salir tranquilamente poco después de las cuatro de la tarde, para llegar a Madrid sobre las ocho, recoger a unos amigos e irnos a cenar. Y sobre las once, a Barajas a recoger a mi padre y de vuelta a casa.

Al final, todo acabo torciéndose un poco, como suele pasar, aunque lo disfruté bastante.

Por la mañana, sí, conseguí trabajar lo justo e incluso algo menos, pues acabé dedicando más de media mañana a "arreglar" el disco duro de uno de los ordenadores que tenemos y que había dejado de funcionar correctamente (cada vez que se encendía el pc en el que estaba montado, éste entraba en un bucle infinito de continuos reinicios). Cuando al fin lo tuve montado en otro de los PCs y estaba haciendo copia de seguridad de los datos importantes que contenía, descubrí cuál era el problema: de alguna manera, algunos de los archivos necesarios para el arranque habían acabado residiendo en la carpeta "Mis Documentos" en lugar de en la raíz del disco duro. Y efectivamente: una vez devueltos a su sitio, el ordenador volvió a funcionar como si nada. El problema es que para entonces ya había llegado la hora de salir, y terminé llegado un poco tarde al gimnasio.

Por supuesto, en el gimnasio terminé por retrasarme un poco más, y cuando iba por fin a meterme en la ducha e irme a casa, llamada de mi madre (la tercera, como comprobé después): para variar, no se había enterado de nada de lo que le había dicho por la mañana, y llevaba hora y media esperándome en casa, toda preocupada porque no le cogía el teléfono (que yo ni había oído antes).

Al final, fui a casa, comí, recogí un par de cosas y me puse en camino, no sin antes parar un momento en un centro comercial para comprar provisiones para mi padre.

Tenía previsto salir para las 4 de la tarde, y al final se me hicieron las 5 menos cuarto, así que fui un poquito más rápido de lo normal para intentar no llegar demasiado tarde. Lo malo es que poco antes de llegar a Pozo Cañada alcancé a un Patrol de la Guardia Civil... al parecer no eran de Tráfico, porque por las ventanas traseras se veía lo que parecían equipos antidisturbios (aunque juraría que eso sólo los gastan los Policías Nacionales), pero nunca está de más ir con cuidado, así que afino la velocidad a 120 y les adelanto lentamente, para luego, cuando estoy unos cuantos metros por delante, volver a subir un poco (hasta casi 130) para dejarlos atrás definitivamente.

El caso es que no debió gustarles, porque ellos también se pusieron a esa velocidad, e incluso algo más rápido, y me volvieron a adelantar (no era cosa de ponerse a echar carreras con ellos...) y los tuve delante durante un buen, buen rato, así que de lo de recuperar tiempo, poco.

Finalmente, conseguí adelantarlos otra vez, y también al otro Patrol con el que parecía que iban en caravana, y pude llegar a Madrid sin mayores problemas. Tardé 3 horas y media, justo lo previsto, y llegué cuando todo el mundo salía, así que no tuve mayores problemas en la entrada. Tampoco para aparcar: pude dejar el coche justo al lado del Bernabeu, y cruzar andando hasta el Palacio de Congresos, donde habíamos quedado... y para mi gran sorpresa, en lugar de ser el último (o casi, que nunca se sabe), fui el segundo en llegar. Qué cosas.

Tras esperar un (buen) rato al resto, acabamos cenando en un italiano, bastante original por cierto (la Lasaña de Ciervo con Boletus, genial), y teniendo en cuenta que estábamos en Madrid, no demasiado caro. Las conversaciones iban fluyendo siguiendo el típico esquema: torneo, jugadores de torneo, preguntas, correctores, etc (esto es lo que pasa por juntarse con gente del chat...) hasta que no se sabe cómo acabamos hablando de José María García y la famosa entrevista. Como yo no sabía nada del tema (algo había oído, pero poca cosa), aproveché para ir al servicio, y a la vuelta me encuentro con que me preguntan: "oye, con quién está cenando José María García". Al principio pensé que no había oído bien; luego, que era algún tipo de coña que no entendía, pero todo encajó cuando me dijeron "Anda, mira hacia atrás". Y efectivamente, a unas 3 o 4 mesas de distancia, en una mesa que quedaba casi en frente de los aseos, estaba sentando el SuperGarcía, charlando con alguien que desde nuestra mesa quedaba oculto tras una esquina. Y yo, empanadísimo para no variar, ni me había dado cuenta al salir del servicio.

Ya terminando la cena salió un nuevo tema: ¿a quién del torneo te gustaría conocer? Un tema original. En algún otro encuentro ya había salido, pero nunca en forma de pregunta tan directa. Al final, acabé haciendo gala de mi veteranía, y resulta que de todos los nicks mencionados por mis compañeros de cena, yo ya conocía personalmente al 80% (por decir una cifra), y es que ya son unos años y muchos kilómetros...

Tras la cena casi salí corriendo: se habían hecho las 23:30, y creía recordar que el avión de mi padre llegaba a las 23:40... creía, no por mi mala cabeza, sino porque mi padre simplemente no me lo había dicho. Única y exclusivamente que llegaba a la más que famosa T4 sobre esa hora. Y para allá que me fui. Y por cierto que queda (con perdón) en el culo del mundo. Llegué justo a las 23:45, cruzando los dedos para que no hubiese desembarcado ya y me estuviese esperando desde hacía rato.

Por supuesto, lo de cruzar los dedos no sirve de nada, porque en cuanto miré la pantalla de información vi que el único vuelo procedente de Italia sobre esa hora venía desde Milán (lo cual me cuadraba bastante, pues recordaba haber leído el nombre de la ciudad en el resguardo de la reserva de los billetes cuando se fue), pero llegaba a las 23:30 y estaba en tierra desde las 23:21.

Así que miré alrededor de la sala 10 (la que correspondía a ese vuelo) a ver si mi padre andaba por allí. Afortunadamente, parecía que aún no había desembarcado, aunque continuamente salían viajeros por la puerta de la sala. Así que me puse los cascos y a esperar.

Al cabo de un rato, como una media hora, me llega un SMS de mi padre: venía en el vuelo de ROMA (sic). Al leer el mensaje, me quedé un poco perplejo. Al fin y al cabo, me sonaba que venía de Milán, y es de donde venía el único avión que llegaba desde Italia a esa hora... en fin, ya conozco a mi padre: es aún más despistado que yo, que ya es decir. Seguro que se había confundido y venía de Milán. Y sin señales de él en la puerta.

Después de otro rato, otro mensaje: había desembarcado y estaba esperando la maleta. De nuevo del vuelo de ROMA. Ahora ya sí que no me cuadra, e intento llamarle, porque sigue sin aparecer por la sala 10. Sin cobertura.

Al final me llama él: que dónde estoy. ¿Dónde voy a estar? A la puerta de la sala 10. Y él, en la 2. Pero... si aquí no hay otro vuelo que llegue de Italia... ¿T1? ¡Si me habías dicho la T4!

Pues nada, a correr. Primero, salir de la T4 y entrar en el aparcamiento, que está enfrente, pero hay que dar mil vueltas.. Luego, a sacar el coche y camino de la salida... que casi hay que adivinar dónde queda. Y al llegar a la salida... ¡Coño, si no he pagado! Normal... no he visto ni una sola máquina... menos mal que hay una justo junto a la garita del guarda. Pagar, y a correr camino de la T1... pero... ¿por dónde? al final me las apaño para llegar en 10 minutos y aparcar justo delante de mi padre. Saludos, maletas al maletero, todos a bordo, y rumbo a casa. Justo la 1 de la madrugada.

Ya en camino me va poniendo al día de la realidad en Malta, sus líos con los profesores de allí para cumplimentar la documentación del proyecto, anécdotas de su estancia, compañeros, casero, etc etc... y yo sin saber qué me estaba dando más sueño: si el llevar más de 18 horas despierto y más de 400 km encima, o la charla que me estaba dando (es que cuando se pone, se pone...). Al final, el viaje de vuelta se hizo pesadísimo, no por la charla, sino por el cansancio que llevaba encima. Como a media hora de casa agotado, y me costaba horrores no pegar una cabezada al volante. Pero al final, llegamos sin más problemas, le dejé en casa y me vine corriendo a la cama, a dormir unas cuantas horas seguidas... o eso creía yo: a las 5:30 de la madrugada cogí cama, y debí dormirme al instante, y a las 10:30 de la mañana, estaba otra vez bien despierto, a pesar de mis esfuerzos por dar alguna cabezada más.

No hay comentarios: