martes, 24 de julio de 2007

Fin de semana en Moratalla

Entre mis viejos amigos del colegio e instituto se ha creado una costumbre: cada año, un fin de semana a finales de julio, reservan una casa rural cerca de Moratalla y se reúnen para pasar un fin de semana estupendo.

Hasta ahora yo no había participado nunca, la primera vez que se hizo, porque andaba por ahí de viaje, y el año pasado, por desconocimiento, pero este año me apunté, y la verdad es que mereció la pena, aunque a punto estuve de perderme el "comienzo".

En principio se organizaría todo para el último fin de semana de este mes, pero el pasado jueves me apareció un amigo en el messenger con la siguiente pregunta: "Oye, tú te vienes MAÑANA, verdad?". Dudé un momento, pero enseguida caí en que se refería a la casa de Moratalla.

Me pilló completamente fuera de juego, pues por lo visto todo se había adelantado una semana, y nadie se había acordado de avisarme, así que ahí estaba yo: con la bronca del jefe por las "ausencias" aún reciente, con planes para salir rumbo a la casa a las 18:00 del día siguiente (viernes laborable, por supuesto), la compra sin hacer, la maleta sin preparar y la casa sin recoger.

Mi primera respuesta era evidente: "No voy a poder ir con vosotros, llegaré más tarde o mañana", lo cual entrañaba un problema añadido: como era la primera vez que iba, tampoco sabía exactamente donde era el sitio (aunque sí tenía una idea bastante aproximada).

Después de pensarlo un rato, cambié de idea. Tenía que ir con el resto, ya que la reserva era para dos noches, y perderme una (llegar más tarde no era una opción, con todo lo que tenía pendiente por hacer) no era plan. Además, qué leches, me apetecía muchísimo, y me vendría genial para desconectar un poco, a parte del extra de volver a ver a gente que hacía meses que no veía.

Así que lo decidí: hablaría con el jefe y le diría que me tomaba la tarde del viernes. Así podría limpiar la casa, hacer las compras y preparar la maleta con tranquilidad, y llegar con tiempo de sobra al punto de reunión con todos los demás.

Sólo me falló un pequeño detalle: el viernes por la mañana me olvidé de decirle al jefe que me tomaba la tarde. Así que allí estaba yo, a las tres de la tarde, camino de casa y con la mala conciencia de no haber avisado al jefe de que no iría... aunque por lo menos se lo había dicho a mi compañero de laboratorio, de forma que si el jefe preguntaba, por lo menos él podría decirle dónde estaba y por qué no había ido a trabajar.

Finalmente, conseguí mi objetivo: me reuní con los demás y todos juntos emprendimos el viaje. Poco a poco me enteré del planning para el fin de semana: campeonato de volley, gimkana, juegos varios, comilonas, etc etc. Eso sí, el tiempo no pasa en balde: yo esperaba música alta y fiesta y jolgorio hasta altas horas de la noche, pero ambas noches no quedaba nadie en pie a las tres de la madrugada, aunque eso no quiere decir que faltaran las copas o la diversión.

Pero vaya que si el tiempo no pasa en balde: entre los 18 que nos juntamos, ya había tres parejas casadas, una de ellas con una niña (a la que se llevaron, por supuesto), otra pareja que se casa en octubre, y otra amiga que aprovechó para anunciarnos que también se casa el año que viene. Eso sí, por lo menos me quedaba el consuelo de no ser el único soltero sin compromiso en el grupo.

Sea como fuere, lo pasamos de maravilla el fin de semana, a pesar de que de vez en cuando me asaltaba la certeza de que el lunes por la mañana me esperaba una buena bronca por ausentarme sin permiso...

Y por supuesto, llegó el lunes. Y yo, con agujetas en los brazos (y especialmente en las muñecas) de jugar al volley-piscina, moreno por el sol, pero sin haber llegado a quemarme, físicamente agotado por el ajetreo, medio dormido por las horas de sueño arrastradas desde el jueves anterior, pero con una sonrisa de oreja a oreja llego al laboratorio a la hora de siempre, para enterarme que, a pesar de notar mi ausencia (somos 2 en el laboratorio, como para no notar la falta de uno...), el jefe ni tan siquiera había preguntado por mí.

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