lunes, 7 de mayo de 2007

Estúpido, estúpido, estúpido...

... así es como me siento una vez más, por desear lo que está fuera de mi alcance, por querer lo que no puedo tener.

Por no tener lo que no tengo.

Por no saber hacer lo que no sé.

Por no ser lo que no soy.

Por ser como soy y no como fui, por levantar la barbilla, mirar al frente, e inventarme una mirada insolente cuando ella apareció frente a mis pasos.

Secuestró mi mirada, no por ser espectacular, sino por una extraña combinación de belleza, misterio, y dulce sensación de calidez al sostener su mirada. Duró sólo unos segundos: lo suficiente como para grabarse en mi memoria, pero no lo suficiente como para llegar a ser de mala educación.

En definitiva, ella era una de esas con las que nos cruzamos cada día, que llaman a nuestros sentidos como si fueran sirenas, de ésas de las que, en un instante, saturamos nuestra vista, sabedores de que probablemente no volvamos a ver.

Y sin embargo, el instante perdura. Aquella a la que sólo debía ver un instante aquel día, la veo cinco de cada siete, la sueño siete de cada cinco.

En aquel momento, a su imagen la acompañó su voz, y cuestión de minutos, que yo deseaba que no terminasen nunca, supe que estaba perdido, pues se incorporaba al grupo, y a su imagen se incorporaban una voz suave, un trato agradable, una gran simpatía, una sonrisa como he conocido pocas, y sobre todo, unos ojos en los que temo perderme, y en los que sin embargo quiero volver a reflejarme una y otra vez.

Ésta es, una vez más, mi tortura: un encanto que flota junto a mí en el laboratorio. Alguien para quien busco las menores excusas para poder echar una mano en lo que sea que haga, solo para cambiar unas palabras y volver a sentir sus ojos sobre mí. Alguien por quien maldigo al reloj por correr hacia la hora de salida. Alguien por quien maldigo al calendario por contener las palabras "sábado" y "domingo", las barreras insalvables que me alejan de ella.

Barreras casi tan insalvables como ser quien soy y ser como soy, cosas que jamás merecerían el premio de su compañía si no fuera por el trabajo.

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